Avenida Rivadavia al 1.200, ciudad de Alderetes. Es probable que quienes transitan por la zona, en la tarde-noche de cada día (incluidos los feriados), vean en la plazoleta del barrio Textil a un puñado de chicos jugando con una pelota, red de por medio, o lanzándola a un aro, o pateándola a un arco. También a jovencitos practicando taekwondo o haciendo extrañas piruetas en el aire, en lo que llaman parkour. En el lugar tiene su centro operativo la agrupación Asociación Deportiva Recreativa Alderetes (ADRA), que tiene al deporte como elemento motivador de vida. Se trata, ni más ni menos, de un desafío familiar que se bate a duelo con las utopías, apoyado por padres y vecinos.
Ese puñado de chicos son alrededor de 80, de distintas edades, con las manos negras porque la pelota cae en el barro (a veces podrido) y hay que seguir jugando; o porque hay que apoyarlas en el piso con polvo, efecto del intenso tránsito que pasa a metros de la cancha. No hay pared que los contenga, apenas un entelado metálico mínimo. Pero ellos siguen y siguen.
Cuenta Sergio Pérez que antes de que el cemento (y ellos mismos) modifiquen el paisaje urbano, el lugar era un espacio verde devenido en basural. Una gestión municipal puso manos a la obra hace cuatro años y lo dotó de una pista de patín (que se utiliza como cancha de voley), una pista de salud (hoy deteriorada), además de un playón para básquet.
Pérez, jubilado, está hoy afectado por un problema en los huesos, y por ello el 90% del club descansa en los hombros de sus hijos Sebastián y Rita Luciana y en asistentes que llevan adelante la actividad.
Sebastián estudia una diplomatura en Recursos Humanos y trabaja en la Municipalidad de Alderetes. Él preside el club. Lo acompaña como vice Daniel Frías. Luis Vieyra es el secretario. Acompañan la gestión Andrea Medina, Claudia Cardozo, entre otros.
Rita estudia enfermería y derecho de la mañana a la tarde y luego se dedica a conducir al grupo de jugadores. “Los chicos piden entrenar todos los días y nosotros les brindamos todo el apoyo posible. Es una buena forma de quitarle horas al ocio” cuenta la presidenta de la subcomisión de voley.
La madre de los chicos, Sandra Frías, licenciada en Enfermería y empleada en el hospital de Niños, también colabora. “Me llena el alma ver cómo disfrutan de esto los chicos, sentir el cariño. Me siento un poco la madre de ellos.”
En la Federación de Voley representan el club más humilde. Pero igual tienen nueve divisiones: mini, sub 14, sub 16 y Reserva varones; mini, sub 14, sub 16 y Reserva A y B damas.
Dado el trabajo a la intemperie, en invierno se ordena mucho precalentamiento a los chicos para que no se lesionen. Y se trabaja hasta una cierta hora por el frío. Y en verano, la batalla es contra el sol y el calor. Pero el entusiasmo nunca decae.
ADRA, que tiene personería jurídica desde 2013, recibe un subsidio municipal de $1.500, un monto insuficiente para hacerle frente de manera mínima a la tarea que desarrollan. El resto (hasta $6.000) sale del ingenio de los Pérez. “Yo genero el dinero para los chicos. Soy el manager. Por ejemplo, un negocio nos regala una bicicleta por año para hacer una rifa. Con la venta, los chicos pueden comprarse la camiseta, pagar el monto para federarse, entre otras cosas. Es algo así como cambiar trabajo y esfuerzo por permanecer en el equipo. Aquí no creemos en la palabra dar, porque eso es comodidad. Con nuestra iniciativa, cada uno de los integrantes cuida su lugar, en su camiseta está el nombre y eso permite desarrollar el sentido de pertenencia. Y ello redundó en beneficio del club, porque ya no pierde jugadores.”
La actual intendencia alderetense se comprometió a donar una moto para rifar. Lo que se recaude (se venderá involucrando también a centros pro gira de los colegios de la ciudad, que se quedarán con una porción del monto) servirá para solventar los gastos generales de todo el año.
Para junio-julio se programó un viaje a Jujuy, para jugar al voley y al fútbol. Con ello, además de lo deportivo, la idea es fortalecer el concepto de turismo social. Actualmente y durante el verano, cada 14 días parte una delegación a Famaillá; va a la pileta del lugar a pasar el día y confraternizar. “Como muchos chicos no tienen recursos, no tienen la oportunidad de conocer ni siquiera la provincia. El voley les permite eso, y también el programa de turismo. La buena relación que tenemos con distintos clubes también nos abre puertas, como las de Monteros Voley, que les permite a ellos disfrutar de las instalaciones que tiene.”
Otro ambiciosa idea es trasladarse a otro lugar, más cómodo y funcional. “Estamos muy cerca de conseguir un predio en comodato. Será un gran esfuerzo acomodarlo, pero lo vamos a hacer. Allí podremos jugar de locales los partidos, e incluso practicar otras actividades. Vamos a extrañar el actual sitio, pero tendremos más seguridad. La casa propia es también el sueño de los chicos”, cuenta Sergio.
Pérez, años anteriores, presidía al club Villa de Alderetes y jugó afiliado a la Federación Tucumana. Llegó incluso a disputar la Liga Argentina de Clubes Campeones. Con el paso del tiempo y de una pausa personal, volvió, pero ya con voley social, de inclusión. Comenzó en 2010 en una plaza del barrio Néstor Lazarte y ese mismo año inscribió a ADRA en la Federación, pero jugando con chicos de Los Gutiérrez, localidad lindante con Alderetes. “Al ver que en la zona del barrio Textil había muchos chicos que jugaban, y tomando en cuenta que los de Los Gutiérrez tienen más inclinación por el fútbol, nos trasladamos al sitio actual con el voley. Igual mantenemos la relación.”
¿Por qué lo hacen? Rita contesta: “por el amor a los chicos. Cada uno que llega recibe nuestro cariño, cada uno es especial y diferente, con ganas de participar de algo nuevo. Enseñar, proteger, asistir, nos motiva. Y a través del deporte ellos encuentran diversión, distracción, actividad física, pero sin descuidar el estudio.” Agrega Sergio: “hace 31 años que hago esto. Es mi vocación. Siento el cariño de los chicos, la necesidad de que los cuide. Con eso no pretendemos cambiar al mundo, sino ayudar a las personas que nos rodean.”
¿Sienten que cumplen el objetivo? Responde Sebastián: “no somos infalibles, sabemos que ayudamos los 365 días del año y estamos donde y cuando nos necesitan. Lo demás hay que buscarlo en la alegría de los chicos por estar aquí.”